viernes, 19 de marzo de 2010

Cómo nos vieron y qué publicaron (I)
Festival de Verdiales en Málaga (España)
28 de Diciembre de 1971
(4ª parte)

     A continuación, sigue con la forma y toque de lo platillos, y reconoce el complot que debe haber entre platilleros y panderero. Sigue con el violín y su melodía y las guitarras con sus acordes (parece que se perdió el punteo del estilo de Comares, aunque ya dijo anteriormente que en ocasiones aparecía una bandurria entre los instrumentos de la panda).

     Explica minuciosamente como está formado el gorro de Verdiales, pero realmente se refiere al sombrero de Verdiales.

Sombrero de Verdiales
Los platillos o chocallas que es como también se les llama, parecen ser el siguiente instrumento en importancia. Este par de platos con toda seguridad emiten el suficiente sonido como para ahogar al resto, excepto al pandero. Los platillos varían en su diámetro entre tres y cinco pulgadas, son muy pesados y están fabricados a máquina en latón. La variedad en su tamaño le confiere también diferencias en su sonido. Podría haber dos distintos tamaños de platillos en una misma panda. Cada platillo tiene un agujero en su centro por el cual pasa una larga cuerda firmemente anudada al mismo, enrollándose el otro extremo de la cuerda a la mano del intérprete, es decir, del platillero. Los dos platilleros, tal y como ya se ha explicado, se colocaban en los lados opuestos del círculo, y con un platillo en cada mano los golpeaban de forma vertical arriba y abajo, en ocasiones inclinando uno de ellos ligeramente con el objetivo de variar el sonido obtenido.

Los platilleros se miraban el uno al otro para golpear sus platillos en perfecta sincronía con el panderero. De esta forma, enfatizan, dan acento al ritmo que marca el pandero, y en mi opinión, estos platillos es lo que hace a los verdiales tan característicos.

El violín interpreta la melodía introductoria y acompaña a la voz cuando el cantaor se arranca, continuando con la melodía cuando el verso de la copla termina. Sonaba relativamente débil en comparación con la percusión y apenas si podía escucharse con todo el bullicio alrededor. La forma de tocarlo era igual que la de un violín moderno, que es lo que era. Las guitarras simplemente tocaban acompañando con acordes, tal y como ya se ha mencionado.

Los miembros de las pandas vestían todos unos trajes negros con camisa blanca y sin corbata. Sobre sus cabezas llevaban el gorro de verdiales, un sombrero de paja cubierto por flores de papel y artificiales, con una profusión de cintas que colgaban por la espalda hasta la cintura, unidas al ala del sombrero. Las flores empleadas eran principalmente rosas y claveles, aunque también se encontraban otras flores, tales como la margarita, la eglantina y una flor de forma acampanada que no supe reconocer. La eglantina (la rosa de cinco pétalos) estaba representada y dispuesta por todo el ala del sombrero, con adornos de perlas de vidrio bajo el ala alrededor de todo el borde. Otros elementos de adorno del sombrero eran piñas pintadas en color plata, panderetas en miniatura, estrellas de pescado y diversos espejos que adornaban los sombreros, lo que les confería un aspecto de “cúpulas de flores” sobre las cabezas de los hombres, ocultando casi la identidad de sus portadores, cuyos rasgos faciales oscuros y ojos brillantes apenas eran visibles bajo el festón de perlas. Cuando no se encontraban tocando, los hombres llevaban sus sombreros al hombro, sujetos por una banda, pero, a una señal del alcalde, volvían a colocárselos sobre sus cabezas. Desde lejos parecían como lechos de flores.

Fueron estos gorros de verdiales los que resultaron ser el objetivo del festival de verdiales. Las mujeres vestían vestidos modernos.

Prácticamente no hubo baile el 28 de diciembre, ya que se trataba de una competición sólo de música y versos. Algunas parejas bailaron unas Seguidillas Sevillanas en un pequeño círculo, girando ambas mientras que otro hombre improvisaba algunos pasos, uno por cada compás, dentro de otro círculo, agitando su bandera como si de un torero se tratase a la hora de citar a un toro, creando artísticas “figuras en forma de ocho” hacia atrás y hacia el frente. Además de estas dos, había un grupo de gente joven bailando y algunos niños cantando un juego en el que unían sus manos en un círculo, algo que nada tenía que ver con los verdiales.

El festival comenzó por la mañana, siguió durante todo el día y seguiría durante toda la noche (al menos eso es lo que dijo todo el mundo) hasta las primeras horas del día siguiente. Sólo entonces, al menos eso es lo que me dijeron, las pandas y sus seguidores volverían a casa en autobús o, lo que resultaba ser más común, caminando varios kilómetros de vuelta casa, después de que cada cual “se lo hubiese pasado muy bien”. No permanecí allí para comprobarlo, ya que no había ningún sitio para sentarse, con la excepción hecha del húmedo asfalto o bien la hierba fangosa.

     Nos anticipa parte de sus conclusiones sobre nuestra Fiesta al decir que los gorros de verdiales eran el objetivo de celebración del festival de verdiales.

     Parece ser que Lucile pudo ver un baile de Maragata (llamada también churripampa, molinera, rueda...) cuando nos habla del baile dentro de un pequeño círculo, un baile de bandera y niños con sus juegos de corro, no se perdió casi nada.


     Hasta aquí todas las descripciones y detalles de lo que vio en la Venta El Túnel. A partir de aquí empieza con sus interpretaciones y relaciones con otros folclores internacionales, intentado dar razones o explicaciones de muchas de las cosas que ha visto, aportando datos que son también muy interesantes y que me va a ocupar otros dos artículos más...

Aprovecho la ocasión para felicitar a:
Papás, Pepas y Pepes.

2 comentarios:

Porverita dijo...

Me choca mucho su comentario de que no había donde sentarse. ¿Quiere decir que las pandas estaban más de 24 horas sin descansar... las piernas?
¡Vaya vitamina buena, la de la Fiesta!

Esta claro que en ese año 1971 todavía no habían aparecido, con todo su explendor, los de Comares. Esta hablando de la fiesta de Montes, con el pandero como instrumento director y principal.

Bueno, niño: más capítulos, pronto ¡por favor!!!

Red Verdialera dijo...

Es que esos hombres, Porverita, eran de otros tiempos menos sedentarios y estaban curtidos por el sol que caía durante largas jornadas en los pechos y hasas de los montes malagueños. Por otro lado, la de Comares probablemente estaría pues más atrás menciona una bandurria. ¿Quizás el mismísimo Adolfo Romero? Muy fina también la observación del toque de los platilleros y cómo se oponían el uno al otro, aunque no pienso que se hiciera para sincronizarse pues el oído basta y sobra al buen fiestero para llevar el ritmo en condiciones.